miércoles, 3 de agosto de 2016

CONTRA EL TERROR LLEGO LA HORA DE LOS PUSILÁNIMES

VUELO SIN MOTOR

La hora de los pusilánimes.


Contra el terror hay que tomar partido. Aunque sólo sea porque, como decía el poeta, vendrán por ti, por mí, por todos. Y también por ti. En este momento tienen que tomar partido los miles de musulmanes pacíficos o árabes laicos que viven en nuestras democracias. Nos pueden ayudar aislando y expulsando a los violentos. Los musulmanes moderados aborrecen a los perturbados que colocan bombas en los trenes de Madrid o en el metro de Londres; a los que acribillar a balazos a la gente que se divierte en una sala parisina; al asesino fanático que, en nombre del ISIS, irrumpe con un camión en un paseo y aplasta a la gente que celebraba una fiesta. Y a los que degüellan.

Hay voces que no justifican el terror pero culpabilizan a las potencias occidentales por este encarnizamiento. Es cierto que Occidente acumula errores. Comienzan en el pasado colonial y llegan hasta la absurda invasión de Irak; el paso del tiempo pone en evidencia las catastróficas consecuencias de esa guerra. Tampoco Obama ha conseguido desencallar el problema palestino-israelí, un foco de infección que pudre las relaciones con el mundo árabe; recientemente Vargas Llosa denunciaba la continuidad de los asentamientos en Cisjordania que ahogan a los palestinos. Sin embargo nada justifica el regreso a la barbarie.

Los desvaríos totalitarios y terroristas siempre han tenido una minoría de adeptos enfervorizados. Además de haber contado con la complicidad de cientos de seguidores y el silencio de miles de pusilánimes. Así ocurrió en la Alemania nazi, donde el libro de Hitler se convirtió en un best seller; en el régimen colaboracionista de Vichy, tema recurrente en la literatura francesa posterior, o en el represivo mundo comunista. O con el terrorismo etarra, por volver la mirada a la casa propia, donde la connivencia, el silencio y el miedo facilitaron la impunidad de la banda. Matar es fácil. El asesino que degolló a un cura francés escribió poco antes : "Coges un cuchillo, entras a una iglesia, haces una matanza, y zas". La banalización del mal. Aborrezco a los que matan. Aborrezco a los que matan en nombre de la raza, de la patria, de la idea o de Dios. Ahora también podemos callar y pensar que España no está en el ojo del huracán.

Otros explican el terrorismo de una minoría de islamistas achacándolo al delirio religioso. España ya pasó su edad oscura de fanatismo. Expulsamos a los judíos, echamos a los mudéjares y quemamos a los protestantes en las plazas públicas, mientras ellos hacían los mismo con los católicos. Siglos sangrientos. Ahora España y el mundo occidental encarnan los valores de la tolerancia, amparan la libertad religiosa y han encontrado en la democracia, el peor sistema político con excepción de todos los demás, según Churchill, una forma de convivencia. Nos deberíamos levantar airados contra los que la ponen en peligro. En esta lucha nos pueden ayudar los musulmanes pacíficos, principales víctimas en el exterior del terrorismo del ISIS. Ellos se juegan mucho, porque los prejuicios no distinguen matices y confunden la parte con el todo. La islamofobia, que apenas apunta en nuestro país, puede ser otra plaga que haga que la democracias se tambaleen dando alas a los partidos xenófobos de Europa.

Félix Teíra Cubel.

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