domingo, 23 de julio de 2017

Los beneficios de organizar unos Juegos Olímpicos.

Editorial
Periódico de Aragón






El martes se conmemora el 25 aniversario de los Juegos Olímpicos de Barcelona-92 un acontecimiento deportivo que marcó no solo a la capital catalana, sino también a Zaragoza, donde se disputaron siete encuentros de fútbol como subsede olímpica, y por supuesto a España.

La importancia de la celebración de un acontecimiento del nivel de unos JJOO va más allá de lo deportivo. Supone una inmensa inversión económica para preparar las instalaciones deportivas necesarias, así como el resto de edificios donde convivirán durante casi un mes las miles de personas que participan directa e indirectamente en los Juegos entre deportistas y técnicos.

Las instituciones públicas y privadas destinan cientos de millones para dotar de todo lo necesario a la ciudad sede, que aprovecha la ocasión para dar un impulso a sus infraestructuras.

Solo hay que recordar lo que supuso la Expo del 2008 para Zaragoza, a pesar de que el acontecimiento era inferior a lo que suponen unos JJOO. Nuevas zonas de desarrollo urbanístico, edificios emblemáticos, puentes, avenidas... surge un nuevo barrio al que después de su uso deportivo o expositivo debe dársele una salida para recuperar la multimillonaria inversión que supone.

En el caso de Barcelona, el aprovechamiento posterior fue rentable y se recuperó gran parte del dinero gastado. Todo lo contrario a lo ocurrido en la Expo de Sevilla también del 92, donde pasaron muchos años antes de saber qué hacer con todo lo construido. Y ni contar del desastre económico que supusieron los JJOO de Brasil, donde las pérdidas han sido cuantiosas, agudizando aún más la crisis económica del país sudamericano.

En Zaragoza, 9 años después de la Expo 2008 casi todos los edificios construidos para la muestra tienen ya un uso establecido: empresas privadas, oficinas públicas ocupan parte de la zona y sobre todo la Ciudad de la Justicia, dando una salida a unas infraestructuras necesarias para dar cabida al acontecimiento.

Pero además del tema económico está el tema publicitario. Los JJOO de Barcelona y antes la Expo de Sevilla relanzaron a España como destino turístico tanto cultural como de sol, que tanto la capital catalana como la andaluza y en su medida Zaragoza, han sabido aprovechar para atraer a un público ansioso de conocer lugares que en algún momento brillaron con luz propia.

Generación de chichinabo

Regresa el debate sobre la supuesta vacuidad de quienes nacimos en. La década de los  60.




OLGA   MERINO

A raíz de la publicación de su última obra, Los cinco y yo (Tusquets), Antonio Orejudo viene repartiendo estopa contra la mansedumbre e indolencia de su generación, que es también la mía (él nació en 1963; una servidora, en 1965). Se refiere a los cincuentones de hoy que éramos unos críos cuando Franco la «espichó», el 20 de noviembre de 1975, a los que acabábamos de cumplir entonces 10, 11 o 12 años, justo la misma edad que tenían 'Los Cinco', la pandilla de las aventuras inventadas por la británica Enid Blyton.

Si bien se trata de una novela con varios pasadizos de lectura, nos interesa aquí el debate generacional, que Orejudo plantea en los siguientes términos: éramos demasiado jóvenes en la Transición para construir la democracia y demasiado viejos para montar las tiendas de campaña con los del 15-M cuando la Gran Recesión enseñó la zarpa. Tampoco supimos enderezar el rumbo: tanto el libro como las entrevistas del autor en los medios, nos presentan como un hatajo de cobardes sin los «huevecillos» suficientes como para haber plantado cara a nuestros padres y hermanos mayores.

Una generación de chichinabo, el furgón de cola, una serie de zombis acomodaticios que llegó tarde a todo, una hornada sin épica ni energía colectiva alguna, tal vez porque fuimos muchos, un pelotón de 'baby-boomers' que desbordó los colegios y las barras de los bares. Eso nos convirtió en individualistas a ultranza. Digamos que el mogollón numérico es nuestra principal seña de identidad.
En la estupenda novela ‘Los cinco y yo’, Antonio Orejudo plantea que fuimos demasiado jóvenes para la Transición y ya viejos en el 15-M

El argumento no es nuevo. Recuerdo, hace años, unas cenas con amigos coetáneos charlando sobre la cuestión con sarcasmo hasta que, al final, sobre las copas de vino vacías revoloteaba cierta pesadumbre, una sensación de inanidad colectiva, de pintar menos que Tomasa en los títeres, ya fuera por omisión o por el peso excesivo de la generación precedente.

El asunto debe de seguir escociendo pues no son pocos los escritores que han publicado artículos al hilo de las opiniones del autor de 'Ventajas de viajar en tren' –Javier Cercas (nacido en 1962), Elvira Lindo (1962), Luis Magrinyà (1960), Ignacio Echevarría (1960)– con títulos que hablan por sí solos: 'La generación pasota', 'Dejemos sitio' o 'Generación rima con tapón'. También metió cuchara Javier Marías ('Los vejestorios cabrones'), nacido en 1951 y perteneciente por tanto a la franja de los hermanos mayores, quienes no alimentaron su bagaje preliterario con Los Cinco –Enid Blyton comenzó a traducirse al castellano en 1964–, sino con Julio Verne y Salgari.

EL PEQUEÑO MATIZ DE LA HONRA

Ni mucho menos pretendo refutar aquí la tesis de Orejudo –suscribo al cien por cien la almendra del asunto–, pero sí añadir un poco de letra pequeña, una nota al margen, el pequeño matiz de la honra. Somos los hijos de los nacidos durante la guerra civil o en la inmediata posguerra, quienes emigraron del pueblo a las grandes capitales con las maletas llenas de miedo; nos educaron, en efecto, con una mezcla de catolicismo doméstico (culpa, prudencia, ahorro) y la ética del coleccionista de fascículos: voluntad, perseverancia y esfuerzo. Tal vez por ello, por la contraposición pendular entre generaciones, nos hicimos hedonistas: la heroína hizo estragos en los barrios. Esta generación nuestra, «bailando, me paso el día bailando», se metió de todo.

Nos educaron con una mezcla de catolicismo doméstico y la ética del coleccionista de fascículos.

Nos inhibimos del poder, pero no de la política. Nos entusiasmamos con la victoria de Felipe González en 1982 y aprendimos la decepción, primer capítulo, con el referéndum de la OTAN, 'de entrada no'. Pero éramos demasiado jóvenes, si no pipiolos, cuando se repartieron las cartas de la baraja. No había lugar para nosotros; llámese tapón generacional o simple cronología.

UNA AUTOCRÍTICA FEROZ
Creo que una de nuestras características grupales es la autocrítica feroz que, en cambio, no siempre han practicado quienes protagonizaron la Transición. Alegan en su descargo que el ejercicio de amnesia colectiva fue inevitable por el ruido de sables y el inmovilismo del 'establishment' franquista, de acuerdo, pero omiten que pudo haberse ido más lejos durante los 14 años de mandato socialista (reforma de la justicia, corrupción, educación). Por el contrario, asistimos entonces a un espectáculo de transformismo ideológico, al desarrollo de unas tragaderas colosales. Pocos lo han contado mejor que el novelista Rafael Chirbes.

Si fuimos niños chiripitifláuticos,me temo que también seremos ancianos 'yayofláuticos'

Puede que nos durmiéramos en los laureles, que durante la juventud nos acomodáramos en el pasotismo individualista, pero a buen seguro que nos tocará una vejez combativa, muy diferente a la de nuestros padres, por el finiquito del Estado del bienestar; solo hace falta pensar en las pensiones que nos aguardan. Si fuimos niños chiripitifláuticos, si crecimos con Locomotoro y el Tío Aquiles, me temo que también seremos ancianos yayofláuticos.

Periodista.

sábado, 22 de julio de 2017

Cosas que pasan: " HERIDA "

MARGARITA BARBACHANO
El Periódico de Aragón






No era una hembra joven pero en cuanto empezó a llover suavemente en el bosque salió de su guarida en busca de hiervas aromáticas y raíces. Las olía a distancia y se sentía con fuerzas suficientes para darse ese placer. Si descubría el lugar, luego avisaría a sus cachorros para que con sus hocicos poderosos levantaran la tierra y degustaran también el manjar que el envejecido invierno dejaba asomar entre los árboles y las piedras. Con su trotecillo valiente recorrió cuatro kilómetros hasta que el olor la dirigió exactamente al lugar donde todavía habían caído bellotas y hayucos. Allí estaba tan feliz dándose un manjar que trituraba con su poderosa dentadura cuando notó un dolor agudo y fulminante en una de sus patas traseras cerca de la pezuña. El animal cayó herido y cerró los ojos por el intenso dolor que le nublaba la visión, pero el sonido de los perros ladrando al acecho en su dirección la hizo levantarse sobre las tres patas restantes y arrastrándose buscar un abrigo entre la hojarasca del bosque.
Oculta por las hojas en aquel hoyo salvador se lamió la sangre de la herida que el disparo del cazador produjo a posta para inmovilizarla y cobrarse la pieza. Sabía que el olor de la sangre atraería a los perros y eso acabaría con ella. La jabata se enroscó como pudo para concentrar el calor de su cuerpo. Se quedó quieta, preparándose a morir porque el dolor resultaba insoportable. Al menos en ese escondite la lluvia que caía cada vez más fuerte no la empapaba del todo. Su dura piel le servía de protección y conservaba todavía el tenue calor que proporcionaban los acelerados latidos de su corazón. La pata rota le impedía cualquier otro movimiento si no quería aullar de sufrimiento. Deseaba que todo acabase ya. Dormir sin notar ese latigazo constante en su pata fracturada.
Llegó el alba y la nieve que había caído durante la noche anestesió un poco su terrible dolor. Abrió los ojos y miró, como despidiéndose, la hermosura del bosque silencioso que comenzaba a clarear. Todavía le quedaban fuerzas para removerse en aquel improvisado agujero, pero cada movimiento era un tormento insufrible incluso para un animal tan rudo como el jabalí. Era consciente de que si lograba salir de allí y llegaba a su guarida en un esfuerzo titánico no le serviría de nada, porque era una hembra vieja y herida, y supondría además un peso intolerable para su grupo, un estorbo, un peligro. Así que vencida, soltó un grito bramido desgarrador y se dejó llevar. 
El mismo hombre que la había herido de muerte meses atrás salía otra vez de caza de su finca Puerto del Toro con su escopeta dispuesto a soltar su último cartucho. Salió temprano, sin su cuadrilla, ni los perros le seguían. Su cacería iba a ser muy personal e íntima. Se metió en el vehículo de alta gama, colocó el rifle en posición directa a su corazón y se descerrajó un tiro.
*Periodista y escritora

sábado, 8 de julio de 2017

SACAUNTOS

De niño temía a los hombres que nos podían secuestrar para llevar a Corea. Ahora la fantasía ya no es infantil.



JULIO LLAMAZARES

Para que no nos alejáramos mucho de casa, en mi época y en mi región, no sé en otras, a los niños nos asustaban con el sacauntos, un siniestro y temible personaje que secuestraba a los niños para sacarles el unto del cuerpo, que mandaba en sacos a Corea. De toda aquella amenaza lo que a mí me daba más miedo, recuerdo, era acabar en Corea, país cuya situación en el mapa desconocía pero que imaginaba remoto y habitado por unos hombres siniestros que se alimentaban del unto de los niños como yo.


Ya de mayor, el nombre de Corea se volvió a cruzar en mi camino, ahora en forma de barrios marginales que adoptaban popularmente ese nombre en la España franquista de la posguerra seguramente por la mala fama que el de Corea tenía entre los españoles por influencia de los norteamericanos, que allí acababan de perder su primera guerra como país.

La presencia al frente de Corea del Norte, una de las dos partes en las que la península asiática quedó dividida a raíz de aquella guerra, y de Estados Unidos de dos iluminados ha vuelto a hacer sonar 60 años después los tambores de guerra en aquella región del Pacífico, que contiene la respiración ante lo que pueda ocurrir. Mientras que los militares de Kim Jong-un, el extravagante líder norcoreano, siguen lanzando misiles al mar para demostrarle al mundo que pueden alcanzar nuclearmente a América, el no menos peligroso Donald Trump repite desde hace días que se ha agotado su paciencia. Lejos de allí, sin embargo, en Europa y en otros continentes, incluida Sudamérica, muchos parecen divertirse con las bravuconadas de los dos líderes, así como con sus peinados, dignos de personajes de cine de serie b, como si lo que pudieran llegar a hacer nada tuviera que ver con nosotros. Corea está muy lejos, parecen pensar muchos europeos olvidando que en el mundo actual nada queda lejos y, sobre todo, que la famosa frase de Shakespeare en Macbeth sobre la vida de los hombres sigue completamente vigente, si no lo está más que cuando la escribió: “La vida es un cuento contado por un idiota lleno de ruido y de furia”. Viendo a los protagonistas de esta historia, no obstante, uno, más que en Shakespeare y en Macbeth, piensa en los sacauntos de su infancia, aquellos siniestros hombres que se llevaban a los niños en sacos a Corea para arrancarles el unto y alimentarse de él y que en mi imaginación debían de tener el mismo aspecto que Donald Trump y Kim Jong-un. Lo que ocurre es que ahora no es una fantasía infantil y que en cualquier momento éstos la pueden hacer real.



sábado, 1 de julio de 2017

" MI PROPUESTA " . CUADERNO PERSONAL ( 20 )

" MI PROPUESTA ". CUADERNO PERSONAL  ( 20 )






Siguiendo al historiador Robin Lane Fox, autor del libro " el mundo clásico ", SIBARIS fue la colonia griega más famosa en el sur de Italia, y que próspero continuamente hasta su destrucción. Su gentilicio " sibarita " sigue siendo proverbial para designar al amante del lujo. Numerosas son las anécdotas maravillosas acerca del refinamiento de sus habitantes como pretexto para explicar su ruina. Se dice que los Sibaritas habían prohibido la presencia de gallos en la ciudad porque les molestaban mientras dormían; inventaron los orinales,  que  llevaban consigo  a   los   simposios (fiestas en las que solo se bebía); concedían premios a los mejores cocineros; enseñaban a los caballos de los destacamentos de caballería a bailar al son de la flauta y fueron los griegos de Síbaris los que inventaron lo que hoy día llamamos baños turcos. Por lo tanto, el lujo se hizo famoso hace ya muchos siglos.

Hoy, el individualismo rampante, ambicioso y trepa sin escrúpulos en la escala social de la sociedad moderna, está propiciando un regreso a la tradicional necesidad de pertenencia al grupo, asociación, colectividad, etc. Frente a la alineación y a la homogeneidad, la comunidad tiene un poderoso atractivo: " propone un lugar en el que todo se puede compartir con los integrantes de las agrupaciones formadas " . Unos, se sienten mejor en lugares donde impera la camaradería, la amistad, el compañerismo, la confianza, el trato, la concordia, y sobre todo, la Solidaridad. Pero, no nos olvidemos nunca que, la sana afición puede derivar en el hooliganismo, el odio, el rencor, el despreció, la aversión... que, sin dudarlo, derivan en un debilitamiento del estado en que se encuentran  las instituciones, las personas, las cosas...

Para mí, la solución pasa por comprometerse, con derechos y con deberes, responsabilidades..., resucitando el principio de lealtad, con respeto y fidelidad a los principios morales, a los compromisos o hacia alguien. Asimismo, con el principio de pertenencia al conjunto o grupo. Hay que reconocerse como comunidad. Respetarse en la cooperación grupal porque reconocemos una cosa filantrópica, humanista y que no exige en ningún momento renunciar a la libertad.

Con  todo, terminemos con ese lujo instalado, sufragado económicamente por todos,  y pongamos coto al abuso descarado y a la corrupción. Algún día la Sociedad se romperá, - ya se esta rompiendo -, y pagaremos todos por los desmanes de algunos. Hay que " NORMALIZAR LO ANORMAL " por ser una tarea de los humanos, aunque a veces resulte heroica, repugnante e inadmisible. Así, intentemos  que la Sociedad no se rompa, debilite y fracture más. Frente a sibaritas y adanistas que reivindican que ellos son los que mejor conocen el mundo, siempre ha existido gente y asociaciones que han practicado la Solidaridad y la Justicia.

Como dice Rosa Montero: " por eso yo prefiero seguir sintiendo el mayor estupor ".  ¡ Prefiero ser marciano e inadaptado !

Laureano Garin Lanaspa.