viernes, 17 de julio de 2015

Los pactos y la histeria de la política

La histeria del PP por los pactos poselectorales y la histeria de los voceros de Podemos han producido el calentamiento político actual.

ALFONSO
GUERRA


Para un observador objetivo y pacífico, más ocupado en describir la situación política derivada de las últimas elecciones municipales y autonómicas que en empujar sectariamente a favor de unas siglas de partido o en contra de otras, no sería difícil concluir que el electorado no ha dado un salto en el vacío en los recientes comicios. Ha votado casi de igual forma al PP y al PSOE (27% y 25%) y ha apoyado a nuevas fuerzas políticas Podemos (10%) y Ciudadanos (6%) que reemplazan, incluso con resultados muy semejantes, a lo que en otras elecciones obtenían Izquierda Unida y UPD.
 
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Es decir, que el cuadro político-electoral, en una medida general, es el de dos partidos que se destacan de otros dos bastante menos votados, lo que no se aleja mucho del panorama electoral que habían compuesto los electores en años anteriores.
 
¿Cómo se explica entonces el histerismo que domina la vida política española? Se podrían señalar varios factores que producen el calentamiento político presente, pero hay dos de muy intensa influencia: la histeria del Partido Popular a causa de los pactos poselectorales, y la histeria de algunos medios de comunicación en su tarea de voceros y palmeros de uno de los nuevos partidos, Podemos.



TURNO DE PALABRA
Los dirigentes del Partido Popular han insistido sin tregua en que los ayuntamientos deben ser gobernados por el partido que representa la lista más votada, y han descalificado cualquier pacto entre otras fuerzas políticas cuya suma supere al número de concejales del PP. ¿Es ignorancia o no aceptación de la democracia? En el PP deberían saber que el sistema democrático en todas partes está basado en un Gobierno formado por quien consiga el máximo de apoyos en el pleno o en la Cámara. En España siempre fue así y nadie puso en crisis la legitimidad de los pactos. Cuando el jefe del PP en Andalucía repetía incesantemente que ellos solo pedían para los ayuntamientos (que gobierne la lista más votada) lo mismo que solicitaban los socialistas para el Parlamento andaluz, estaba diciendo algo que sabía que era falso, pues no concibo que ignorara la diferencia. La ley de elecciones locales en España incorpora una salvaguarda: cuando en un ayuntamiento nadie tiene mayoría absoluta y los grupos no logran un pacto entre ellos que sume mayoría, automáticamente gobierna la lista más votada. No es el caso de la comunidad autónoma andaluza. Si los grupos no logran una mayoría alternativa, no es automático que pueda gobernar la lista más votada.
 
 

Partido Socialista Obrero Español
PSOE
La histeria se ha desatado porque en esta ocasión los pactos poselectorales han supuesto una pérdida importante de poder en las instituciones para el Partido Popular. Y han reaccionado con una absurda campaña muy bien orquestada para intentar convencer a los electores de que el PSOE, de un día para otro, se ha convertido en un partido radical y extremista. No parece que el bulo vaya a colar, pero algún daño hará.
 
La otra histeria es la que representa el abusivo sectarismo de algunos medios de prensa en defensa del grupo Podemos. Hacer la más pequeña crítica a su actuación es considerado por algunos medios como una complicidad con la estrategia que muestra el Partido Popular hacia la nueva fuerza política. En una emisora de radio de prestigio escuché a la conductora del programa clamar con sorpresa e indignación una pregunta retórica: “¿Por qué les critican?”. Porque esa es la base de la democracia, los actores políticos actúan, los demás les critican.
 
Lo cierto es que la llegada a las instituciones del grupo Podemos es tan reciente que no ha habido tiempo (los famosos 100 días de cortesía) para encontrar motivos serios de crítica. Lo que ha ocurrido es otra cosa bien distinta. Al aparecer los dirigentes del nuevo partido, gente curiosa ha descubierto que su conducta habitual está muy lejos de la apariencia que se habían forjado, una suerte de adalid seráfico blandiendo la espada ética frente a toda la comunidad política. Pues no, uno que crea una sociedad interpuesta para no pagar impuestos, otro que cobra una ayuda universitaria por realizar un trabajo que no hace, uno más que pretende borrar la conciencia histórica del Holocausto con unas bromas intolerables, otra que interrumpe un servicio religioso sin ropa y profiriendo soeces consignas. Vamos, que no son precisamente personajes ejemplares para representar al conjunto de los ciudadanos.
 
Este choque de histerismos se ha agudizado a propósito de la tragedia que está viviendo el pueblo griego. El Gobierno del PP quiere asustar a los españoles golpeando sobre Podemos. Y la patrulla mediática de Podemos corre en ayuda del primer ministro griego y de los dirigentes de Podemos.
Desde el comienzo de la crisis griega, hace casi ocho años, he sostenido y publicado que cuando no se tiene dinero no es posible pagar las deudas. Si el nuevo Gobierno griego hubiese acudido a Bruselas con un argumento tan simple como eficaz, la negociación hubiera caminado por otra senda. Pero no, el señor Alexis Tsipras se ha comportado como aquel que está en el fondo del pozo y pide ayuda a los que están asomados al brocal, y lo hace insultándoles y amenazándoles con que cuando sea rescatado se van a enterar. El triunfo del No crea una nueva situación de incertidumbre para los griegos.
 
Si no fuera suficiente la preocupación por lo que puede representar para el proyecto europeo un fracaso en Grecia, los políticos españoles y algunos medios nos ofrecen la pirueta de utilizar sin escrúpulos la tragedia griega para su propio corralito electoral.
 
 He sentido una sensación de bochorno y vergüenza al oír y leer las diatribas del PP y de Podemos y de sus corifeos acerca de la difícil situación que atraviesan los griegos. Solo por esa sucia utilización de la angustia que están viviendo millones de griegos deberían retirar su apoyo los electores del PP y de Podemos. Qué ocasión perdida para demostrar respeto y solidaridad con un pueblo que no ve alternativa, que creyó encontrar en Syriza una vía de solución, y comprueba ahora que también era una vía ciega.
 
Europa tiene la obligación de ayudar al pueblo griego, a pesar de su Gobierno y de los que, como en España, se erigen en incondicionales de los recortes o de la irresponsabilidad.
 
Tiempo. Turno de palabra. número 2044.
Julio 2015.


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