miércoles, 15 de julio de 2015

LA CRISIS GRIEGA

Un acuerdo difícil, pero urgente.


Grecia vota el acuerdo con Europa, hasta
60 parlamentarios de Syriza se oponen.

El acuerdo de la UE sobre un tercer plan de rescate a Grecia se ha complicado sobremanera. Pese a algunas posiciones más conciliadoras, como la de Francia, el Eurogrupo ha dado tres días de margen a Grecia para que adopte una serie de reformas legislativas destinadas a "reconstruir la confianza", con la velada amenaza de que en caso contrario podría plantear una salida temporal del euro. Alemania, Finlandia y los nuevos países de la UE, como las repúblicas bálticas y Eslovaquia, más pobres que Grecia, no consideran creíble el plan griego. Lo mejor es que Grecia, aunque tenga costes altos y genere problemas políticos en algunos países, siga en el euro pese a la baja confianza que genera el Gobierno de Tsipras. El líder griego convocó un referéndum porque las últimas medidas exigidas por la UE estaban muy alejadas de lo que había prometido en su campaña y encontraba fuerte oposición en Syriza. La victoria en la consulta de hace una semana le dio cierto oxígeno cara al interior, pero le han debilitado en el exterior, ya que, tras haber logrado aprobar un denostado plan con los votos de la mayoría de los diputados de la coalición de izquierdas, ahora se ha encontrado con nuevas exigencias. Y es que las cosas se han complicado. Ya no se solicitan los 7.000 millones del tramo final del segundo segundo rescate como hace 15 días, sino un tercer rescate de 50.000 millones, que la situación de los bancos griegos podría elevar a casi 90.000 millones. Esta cantidad tendría que salir del Fondo de Estabilidad Europeo, que financian los otros 18 estados del euro.


Grecia, euro
CALVARIO GRIEGO

Es una cifra enorme, cuyo hipotético desembolso encuentra lógicas reticencias en muchos países. De ahí la contundencia de la última exigencia a Grecia: 72 horas de plazo para adoptar reformas, que supone además, devolverle a Tsipras el caliz amargo que hizo beber a los gobiernos de los otros 18 países al denunciarlos como chantajistas --siguiendo el maximalismo de Varoufakis-- y convocar un referéndum contra unas medidas que sabía que no tenía otro remedio que aceptar.
Pero Europa no puede dejar que el calvario griego continúe. Los bancos llevan ya dos semanas cerrados y la situación económica y social se deteriora cada día que pasa. Unos y otros deben intentar salvar la situación. Por los griegos y por el futuro de Europa, el acuerdo es necesario y urgente.
 
El Periódico de Aragón. Editorial.
 
 
 

Grecia

LEILA GUERRERO


Eulld Tsakalotos. Grecia Syriza troika


Grecia: se dice fácil. Yo no puedo leer las noticias que llegan desde allí sin sentir escalofríos. Esas personas llorando ante las puertas de los bancos son iguales a las que lloraban ante las puertas de los bancos en la Argentina, en diciembre de 2001, cuando la economía mostró la mugre sobre la que se había sostenido y se llevó, en su río de pus, todo. Buenos Aires fue, por aquellos días, postal de guerra bárbara. Era verano. Yo estaba aprendiendo a bailar el tango y me pasé esos meses de estrago bajando a los subsuelos gimoteantes de las milongas porteñas, abrazándome a cuerpos desconocidos sin hablar, sin preguntarles nada. En las milongas —raquíticas porque no iba nadie, porque nadie tenía para pagar la entrada—, bailábamos y callábamos, aves de la noche enredadas en el pacto tácito de no mencionar la superficie ardiente. Porque allá arriba no había futuro. Los hijos y los hijos de los hijos estaban embargados hasta el fin de los tiempos. Se vivía bajo el ruido perenne de los cacerolazos, entre placas metálicas que, como lápidas, cubrían las fachadas de los bancos. Había remates, quiebras, negocios fundidos. Yo escuchaba la consigna que se gritaba en las calles —que se vayan todos— y me preguntaba qué clase de jauría huérfana seríamos después, cuando se fueran todos: qué parias sobre la tierra. Acá era el fin del mundo y el mundo estaba cada vez más lejos. Los Gobiernos de otros países nos decían: ahí tienen, ciudadanos irresponsables, ustedes se lo buscaron y ahora lo van a pagar. Yo no sentía furia sino desprecio y la seca convicción de que a nadie le importaba: de que todos sentían alivio —humano: miserable— porque no les estaba sucediendo a ellos. “Nunca preguntes por quién doblan las campanas. Doblan por ti”, decía John Donne. Pero ya nadie lee a los poetas. ¿O sí?

El BCE aumenta la provisión urgente de
liquidez para los bancos griegos

El País

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