domingo, 13 de septiembre de 2015

Autonomías maniatadas

EL ARTICULO DEL DOMINGO

En medio de la deriva independentista de Artur  Mas, que tapa sus vergüenzas y las de su partido envuelto en la cuatribarrada, los desequilibrios territoriales se acentúan sin que nadie se atreva a corregirlos.


Jaime Armengol
El proceso secesionista catalán auspiciado por una Generalitat refractaria a las leyes y a la convivencia no solo provoca la indignación y el hastío de una inmensa mayoría de españoles, sino que colapsa la política nacional e impide la resolución de problemas enquistados. En medio de la deriva independentista liderada por Artur Mas que tapa sus vergüenzas y las de su partido secuestrando la cuatribarrada, los desequilibrios territoriales españoles se acentúan sin que nadie se atreva a corregirlos, ni siquiera a estudiarlos como procede tras una larga crisis económica, institucional y social que ha tensado al máximo las costuras del sistema.
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La primera consecuencia se percibe claramente en el Gobierno, donde el Partido Popular de Mariano Rajoy ha pasado de sugerir una reforma constitucional y del Senado a cerrarse en banda, por lo que pueda pasar. Mientras, el PSOE ha comenzado a sufrir en carnes propias la profunda huella de una crisis financiera pública que ha lastrado básicamente las cuentas de las autonomías, buena parte de ellas en manos socialistas desde las elecciones de mayo.
 
La deuda de las comunidades no ha hecho más que crecer durante la última legislatura (2011-2015) hasta el punto de duplicarse en muchos casos, dejando la sostenibilidad del modelo territorial con las condiciones actuales en una quimera. En todas las regiones faltan ingresos, sobran gastos diferidos por traspasos competenciales infradotados y crecen las demandas ciudadanas que, lejos de atemperarse, no han hecho más que incrementarse durante la crisis.
 
POR DESCENDER al terreno práctico, en Aragón, el Gobierno de Javier Lambán encara una legislatura con un déficit estructural que condiciona sobremanera su acción de gobierno. Pesa como una losa herencia de una Luisa Fernanda Rudi hoy en tocata y fuga tras fracasar con su principal objetivo de consolidación fiscal y saneamiento de las cuentas, por mucho que la responsabilidad sea compartida por otros estamentos. No son solo las facturas en los cajones, ni los ingresos presupuestados por encima incluso de las previsiones más optimistas, sino la carga que supone tener que financiar una deuda superior a los 6.600 millones de euros, un 17% del PIB regional. Y hacerlo en unas condiciones de mercado que se pactaron cuando los tipos de interés estaban muy por encima.
 
Si damos por buenas las cifras esgrimidas el viernes en las Cortes por el consejero de Hacienda,
 Fernando Gimeno, al presupuesto de la comunidad de 2015 le "faltan cosas" que hay que gastar, y que por tanto están en la contabilidad pero no en las cuentas anuales, por 600 millones de euros. Al tiempo que tampoco se ha cumplido el objetivo de ingresos, fundamentalmente porque se han dejado de recaudar 165 millones procedentes de impuestos cedidos. Las cifras son realmente escandalosas, pues ponen de relieve la inviabilidad financiera de una comunidad autónoma que, como todas, tiene delegado el gasto de servicios esenciales casi en su totalidad pero no los ingresos precisos, además de la obligación de satisfacer necesidades y demandas de otras instituciones como los ayuntamientos y, en nuestro caso, las comarcas. Pensar que solo Zaragoza arrastra un pasivo superior a los 1.000 millones de euros provoca pánico.
 
Mientras el modelo de financiación autonómica se mantenga, las comunidades no podrán desembarazarse de los problemas heredados, invalidantes de cualquier gestión pública novedosa que atienda las nuevas necesidades de una población debilitada por la crisis económica que ha provocado una importante devaluación salarial. Incluso tocando los impuestos en el ligero margen que tienen las comunidades, sin que el ministro Cristóbal Montoro, o quien le suceda en diciembre desde el Gobierno resultante de las elecciones generales, adecúe el sistema de financiación será imposible encauzar la gestión autonómica y dar garantías y viabilidad al modelo territorial.
 
Pero claro, con los catalanes amenazando con un seísmo político, ningún gobernante se atreve a abrir la caja de Pandora. Es otro de los perjuicios a terceros de la locura secesionista de Mas, a quien se le llena la boca hablando de sentimientos y de otros factores emocionales cuando está demostrado que detrás del que han convertido en el mayor problema catalán desde 1714 está la pela, como se dice por allí. Como si en el resto de regiones no se produjeran problemas similares con autogobiernos mal financiados y no por ello abogaran por incendiar una casa común reconstruida con ilusión compartida y con éxitos notabilísimos desde la Transición.
 
Que el edificio necesita una reforma es indudable, pero sobre todo consolidándolo y adecuando sus estancias para conformar un nuevo escenario en el que quepan andaluces, gallegos, castellanos, aragoneses... y catalanes, incluidos aquellos dispuestos a secundar a Mas y a los grupos políticos que lo catapultan en su viaje a ninguna parte.
 
Jaime Armengol. El Periódico de Aragón.
 

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