domingo, 27 de septiembre de 2015

¿Amanece en Europa?

Vuelo sin motor

FELIX TEIRA



Félix Teira
Imaginemos que usted y yo somos tipos normales. Tampoco la flor del altruismo, no nos pongamos magníficos. Normales. Una noche llama a nuestra puerta una familia que huye porque la están matando. Nos hacemos los sordos y pasamos los cerrojos. Al día siguiente vemos la foto de uno de los niños muerto. Gracias que al pequeño no se le ve el rostro. Aun así, durante unas semanas nos maquillaremos o nos afeitaremos a ciegas, porque no hay manera de contemplarnos en el espejo sin sentir repugnancia. Se nos pasará, seguro.

Eso hace Europa con los refugiados. Y no me diga: "Mételos en tu casa", porque no quiero. Le corresponde a las instituciones. Ya le he avisado que soy normal. La idea de Europa, en los últimos 70 años, refuerza el concepto de cuna de la civilización, nidal de las artes y matriz de la revolución industrial y del progreso tecnológico. Sin embargo, la historia europea, vista en cámara rápida, es una sucesión de matanzas: nos hemos enfrentado por la religión, las ideas, las banderas, las fronteras... Del hedor de la última carnicería, la Segunda Guerra Mundial, una lucha contra el fanatismo (35 millones de muertos al menos en el solar europeo), surgió una idea simple y luminosa: unirnos para comerciar y aliviar los odios. Posteriormente el proyecto se ennobleció con la posibilidad de unión monetaria, fiscal y bancaria. Incluso política. El desarrollo de la propuesta más brillante de los últimos decenios avanza a trancas y barrancas. La impulsan gobernantes con la mirada más allá del horizonte y la zancadillean los mercaderes egoístas y los nacionalismos cegatos.

Ahora es un momento para actuar con grandeza de miras y trazar un plan solidario que recupere el orgullo de ser europeo. Los refugiados huyen de las guerras de Irak, Afganistán y Siria, alguna alentada por el gobierno español de turno. Ya sabemos, como dijo Enzensberger, que "el ser humano es el único primate que se dedica a matar a sus congéneres de forma sistemática, a gran escala y con entusiasmo". El embrión de la Unión Europea, la causa por la que nació, es impedir catástrofes como la Segunda Guerra Mundial, por tanto ahora puede actuar evitando otro desastre. Sé que es muy complejo acoger a miles de refugiados, máxime cuando estamos atrapados entre la carga del paro y la asechanza de la xenofobia. Pero en los momentos difíciles cuajan las grandes ideas. Si así fuera podríamos decir, copiando a Cuerda, que amanece en Europa, que no es poco.

Insisto en que la Unión Europea, con los defectos que se quiera, es el proyecto más fecundo surgido en este viejo continente en el último siglo. Pretende diluir fronteras, hibridar culturas y aunar esfuerzos. En definitiva, anticiparse al futuro con una visión renovada sobre los estados. Muchos de nuestros jóvenes que han vivido la experiencia de una beca Erasmus, cada vez peor dotadas, regresan con la mentalidad abierta. A la envergadura del proyecto está la altura del reto de acoger a los refugiados en lugar de levantar vallas. Esta generosidad encajaría con los objetivos de una Europa del conocimiento, pionera en investigación y economía. Incluso dotada con fuerza militar para alzar su voz contra los fanatismos que rebrotan en el Próximo Oriente. Coda: mi deseo de que los vecinos catalanes no decidan hoy apartarse de un proyecto esperanzador.

Escritor.
El Periódico de Aragón.

Escritor

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