domingo, 11 de septiembre de 2016

GALIMATÍAS Y HASTIO

VUELO SIN MOTOR





FÉLIX TEIRA

El resultado de las últimas elecciones es difícil de digerir para la izquierda. Las ganó el PP, un partido infectado por la corrupción, lo que hacía impensable su ascenso. No hubo sorpasso sino sorpresa. Las clases medias, que recelan de los cambios radicales, máxime cuando las formas del dirigente de Podemos pecaban de prepotencia, apuntalaron al partido gobernante. Los partidos de izquierda aún sufren el vértigo de la caída y no aciertan con la respuesta.

Como se ha puesto de manifiesto en las sesiones de investidura, la endiablada división del Parlamento coloca al PSOE en una encrucijada de tres caminos: oponerse, abstenerse o buscar una alternativa. Por ahora ha optado por la primera, con un discurso de Sánchez coherente y destructivo contra su adversario. La ventaja de esta postura es que sitúa a Sánchez como jefe de la oposición, relegando a Podemos; el riesgo es que encasilla al partido como responsable del esperpento de las terceras elecciones. Si los socialistas optan por abstenerse, tal vez exigiendo cambios en la legislación laboral o educativa, facilitarán el gobierno pero Podemos se lo reprochará disputándole la jefatura de la oposición. Además, en clave interna, supondría doblegar la postura de Sánchez, empeñado en que resistir es vencer, y cuestionaría su autoridad. La tercera, articular una compleja alternativa, exigiría contentar a los independentistas y el tono desafiante de Tardà es difícil de acallar sin un referéndum, inaceptable para los socialistas. Un sudoku maligno.

Los cálculos de los partidos en caso de terceras elecciones son variados. Si el PSOE es señalado como culpable, el PP lo repetirá hasta la saciedad, pero Podemos estará el tercero en la parrilla de salida. El partido en el gobierno tiene a favor el viento de la economía y en contra el calvario judicial de otoño. Rajoy se tambaleó con el frustrado nombramiento de Soria, aunque no dejará paso a otro porque en política el que gana votos, manda. El que los pierde, declina. Ciudadanos ha jugado la baza del sentido común, intentando apoyar pero no confundirse con el PP. Reiterará que le tocaba elegir entre lo malo y lo menos malo; junto con el PP podrían llegar a los 176 escaños y acabar con la incertidumbre. Podemos, perplejo por los resultados, espera mientras afloran divergencias en su interior. Todos aguardan los resultados de las elecciones vascas y gallegas, que podrían resolver el dilema con el apoyo del PNV.

Llevo medio artículo haciendo suposiciones. Cada uno de los protagonistas se juega el futuro político, por eso sopesa, amaga y amenaza. Hay intrigas y vetos tácitos. Es como la letra menuda de un contrato que nadie lee, un galimatías. Mientras tanto la gente del común vive septiembre, un mes en que se vuelve a tocar suelo. Regresa el hijo mayor, que lleva dos mes de camarero en la costa, hay que pagar la hipoteca, la semana próxima toca turno de noche y a la cuñada o al hermano se les acaba el paro. En cada casa, una historia parecida. Cuando el ciudadano, al final de la jornada, enciende el televisor comienza a maldecir. Llevan ocho meses repitiendo la misma película. Llega el hastío y el exabrupto: ¡A estos les importan tres pepinos mis problemas! ¡Sólo van a lo suyo! El descrédito de los políticos es corrosivo. Y el hartazgo muy crítico. Por eso hay que evitar las terceras elecciones. 

Escritor

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