jueves, 26 de noviembre de 2015

¿Ha llegado la hora de la educación?

VUELO SIN MOTOR

Nuestro amigo Félix


La educación es el mayor motor económico. Así de categóricos se manifiestan expertos y economistas. En el ensayo Por qué fracasan los países, los autores demuestran que naciones ricas en petróleo o materias primas ocupan las últimas posiciones en desarrollo. La riqueza de España reside en la preparación de sus ciudadanos. Sin embargo, las leyes educativas se han utilizado como arma arrojadiza, desarrolladas a espaldas de la comunidad educativa y con discusiones sobre asuntos menores. ¡Cuánta polémica rastrera con la educación para la ciudadanía! ¡Cientos de horas perdidas para hacer tragar los dichosos estándares a los maestros! (Por cierto, tal vez haya que agradecer a Cupido la marcha de Wert, un ministro altanero.)

Tras las próximas elecciones sería el momento de fraguar una ley educativa fundamental y duradera. Así lo cree José Antonio Marina, con quien se podrá disentir, pero que desborda entusiasmo en su libro Despertad al diplodocus. Además pide ideas, una actitud insólita. Aquí van las mías, necesariamente escuetas y sin matizar en este formato:

1) Hay que consensuar una ley que sirva de estructura estable al menos para una década y que no esté sometida al vaivén del gobierno de turno.

2) Implicará decisivamente al estamento docente, que debe estar en perpetua innovación. El profesorado trabaja con un material frágil (niños y adolescentes), por tanto no sólo debe dominar su especialidad, sino poseer los conocimientos pedagógicos para trasmitirla y la preparación psicológica para cuadrar la ecuación utópica educativa: unir el rigor y el esfuerzo con la comprensión motivadora.

3) Convertir a la Formación Profesional en un engranaje de transferencias técnicas recíprocas con empresas y autónomos.

4) Trasladar la investigación universitaria técnica hacia el sector industrial para cambiar el modelo productivo basado en turismo y ladrillo.

5) Extender el debate a la sociedad; el progreso de la educación es la mejor inversión a medio y largo plazo.

He dejado para los postres los dos problemas consustanciales a la educación española, piezas de desquiciamiento en cualquier planteamiento pactado: la educación concertada y la religión, ambas envenenadas por intereses económicos e ideológicos. Con la Iglesia hemos dado, Sancho. Dos requisitos le exigiría a la educación concertada:

1) Prohibición de cobrar, de manera explícita o encubierta, cualquier extra a los padres.

2) Atender a la población emigrante y a las minorías étnicas en los mismos porcentajes que sus centros públicos de referencia.

Más polémico veo el acuerdo sobre la enseñanza de la religión. Respeto profundamente a los creyentes que disfrutan de un impulso espiritual; incluso envidio a los que esperan un más allá. Pero las creencias pertenecen a la intimidad, y corresponde a los padres y a las iglesias su enseñanza.

No aprobaría que los representantes de los partidos usaran los centros escolares para hacer proselitismo, como tampoco que profesores de la religión católica, musulmana, evangelista, etc. lo hagan. Pero en una mesa de negociación, considerando que una ley de educación pactada es cardinal, sería capaz de concesiones para llegar al consenso.

Las encuestas sugieren que entrarán cuatro partidos en el juego de alianzas para formar Gobierno; un momento idóneo para consensuar mayorías en educación.

Escritor

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