domingo, 6 de noviembre de 2016

Nosotros, las clases medias

VUELO SIN MOTOR " el amigo Félix "




FÉLIX TEIRA

Tal vez usted y yo tengamos algo en común, somos clase media. Probablemente no somos ricos ni pobres de solemnidad. ¿Intentamos definirnos? No sé si es cierto el refrán que asegura que tanto tienes, tanto vales, pero desde luego que la renta nos sitúa en una banda social. Pongamos que las clases medias son las que ingresan, a ojo de buen cubero, entre 1.000 y 3.000 euros mensuales, ¿algo así? No somos necios, tenemos la lógica aspiración de romper el techo de ingresos y ascender en la escala, ¿no cree? También albergamos el temor de caer más bajo. Ya nos doblegó la crisis y nos golpeó el paro. Sabemos que un despido, con la hipoteca pendiente, nos puede arrojar con los desposeídos, ¿usted también lo piensa? Cuando miramos el estrato inferior reconocemos a amigos caídos, parientes, incluso hijos. La puta crisis. (Por cierto, una crisis que no provocamos. ¿Hizo usted algo para invocarla? No, yo tampoco. Dicen que son cíclicas. ¡Ah!) Hace frío en la clase baja, aun con cambio climático. Tanto es nuestro temor a la caída que exigimos paliativos: sistemas de salud universales, educación pública gratuita y pensiones dignas para cuando se nos caigan los dientes, ¿también lo medita usted? Si va afirmando mientras lee, prosigo. En los últimos cuarenta años hemos accedido a la prensa libre, a la educación y a la cultura que han afilado nuestro sentido crítico. Tenemos gustos burgueses, ya digo que no somos necios, ¿eso es malo? Nos gusta viajar, cenar fuera, comprar ropa, móviles, coches... Como ahora el valor se aquilata en términos económicos, somos el principal componente de la demanda agregada.

Dicen que las clases medias son el sostén de las democracias. Desde luego que somos el soporte fiscal; incluso le diría que, si contribuyeran todos, también los de la amnistía fiscal, no nos importaría pagar. Las sociedades donde hay una minoría rica y una mayoría paupérrima están abocadas a la revolución. Con toda lógica. Sucedió durante el plausible ensayo de la Segunda República, con una clase media raquítica y masas obreras y campesinas desesperadas que exigían cambios inmediatos. La desigualdad rampante aspira a la ruptura del sistema para acabar con la brecha. La única manera de que una sociedad desequilibrada perdure es con una dictadura, la fuerza mantiene la brecha.

Si somos la columna vertebral de la democracia necesitamos políticos que la mantengan erguida. Cuarenta años de educación y democracia han depurado nuestras aspiraciones. Buscamos tipos normales, con sentido común, muchísimo sentido común, que nos propongan lo de siempre: trabajo y educación, que es casi el viejo desiderátum de despensa y escuela. No precisamos grandes divos ni personalidades complejas. Empezamos a estar hasta el gorro de los divinos. Normales, como nosotros.

Que procuren la justicia social, la que saca a los de abajo de la desesperación, para que no temamos caer. Políticos que ni roben ni dejen. Que procuren cambios constantes, no revoluciones, no vayan a arrasar con lo poco que tenemos. El día que encontremos a esos políticos, con sentido de Estado, que nos propongan un proyecto sensato de prosperidad compartida, los respaldaremos. Incluso con cierto entusiasmo. Qué fáciles de contentar las clases medias. Y lo difícil que nos lo ponen.

*Escritor

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