domingo, 3 de abril de 2016

Un pacto a la aragonesa

Del mismo modo que hoy sabemos que la mayoría de los socialistas aprueba el pacto Sánchez-Rivera, desconocemos qué piensa de que el PSOE no quiera sentarse con el PP o de negociar con Podemos.

Seguí ayer con atención los discursos de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ante los máximos órganos de sus partidos entre congresos y saqué de inmediato la conclusión de que el pacto entre ambos está lejos y habrá de superar barreras casi infranqueables. Ambos dedicaron una media hora para arengar a los suyos y dejar dos mensajes antagónicos. El líder socialista no está dispuesto a disolver su acuerdo con Ciudadanos y el de Podemos no contempla otra opción de alianza que no pase por un gobierno progresista excluyendo a la formación de Albert Rivera. Imposible vaticinar un final, pero mi percepción era de imposibilidad de un acuerdo rápido.
Sánchez e Iglesias solo coincidieron en su afán de hacer partícipe a la militancia de sus decisiones, convocando una consulta que refrende las negociaciones. Ahora bien, no está claro ni que sea necesaria ni que diera tiempo a organizarla si se apuran los plazos. Siempre quedará la duda de qué hubiera ocurrido si la pregunta a las bases hubiera sido formulada antes, es decir, a modo de autorización de la militancia para que los líderes iniciaran las conversaciones. Del mismo modo que hoy sabemos que la mayoría de los socialistas aprueba el pacto Sánchez-Rivera, desconocemos qué piensa de que el PSOE no quiera sentarse a hablar con el PP o de que haya que negociar, pelillos a la mar, con el líder de Podemos que a la mínima oportunidad dedica alguna soflama a la vieja militancia socialista.

EN ESTE proceso negociador incierto y, a fecha de hoy de resultado incierto, se ha apuntado un prohombre de la política aragonesa que puede jugar un papel determinante. Pablo Echenique, líder de Podemos en la comunidad, está llamado desde su nueva responsabilidad como secretario de Organización propuesto por Pablo Iglesias y refrendado por sus correligionarios a una alta encomienda. No solo tiene que sustituir a Íñigo Errejón, sino que ha de tender puentes en la cúpula de su partido para pacificar los choques internos y proyectar una imagen de unidad que se desvanecía. Cuando ayer Pablo Iglesias responsabilizaba a una parte de los medios de comunicación de exacerbar las diferencias internas de Podemos para debilitarlo como organización política no hacía más que echar balones fuera y desviar la atención. La designación de Echenique, tras el cese caciquil de su antecesor en el cargo, es el ejemplo más palmario de la existencia de esas tensiones y de la necesidad de una figura de consenso para atajarlas.
Echenique llega a Madrid con una notable hoja de servicios. Demostró en Aragón que es capaz de pactar con el PSOE manteniendo posiciones alejadas en temas sensibles, sin entrar en la gestión del Ejecutivo autonómico pero trasladando al parlamento buena parte de la acción política más significativa. Ahí está, como ejemplo, lo ocurrido en las últimas semanas con la partida económica para las comarcas y para el pago de la extra retenida a los funcionarios por el PP en el 2012. Podemos se plantó y no ha permitido a la DGA de Javier Lambán cumplir sus compromisos. Sin estar en el Gobierno, la formación violeta ha sido probablemente más influyente que ocupando alguna consejería.

POR ESTOS antecedentes, la figura de Echenique es clave. Ha entendido mejor que nadie que puede existir un "gobierno parlamentario" que acabe teniendo el mismo poder que el Ejecutivo propiamente dicho. En Aragón, Podemos lo ha demostrado, exprimiendo no solo los mecanismos de control, sino la capacidad de veto ante un Gobierno con una importante debilidad parlamentaria. Al mismo tiempo, el socialista Javier Lambán está demostrando a la ciudadanía y a su partido que la fórmula es posible, exprimiendo al máximo sus resultados y su capacidad real. El dirigente del PSOE aragonés es plenamente consciente de que solo tiene garantizados 21 votos (los 18 de su grupo parlamentario y los tres de una Chunta Aragonesista cada vez más subsidiaria del PSOE) en una Cámara con 67 representantes; es decir, menos de un tercio. Y sin embargo, la fórmula de gobierno parlamentario con Podemos le está permitiendo salvar con bastante eficiencia el inicio de la legislatura autonómica. Y parece que seguirá siendo así hasta que se ponga sobre la mesa algún asunto, como el hidráulico, donde las contradicciones entre PSOE y Podemos son tremendas.
Volviendo a los discursos pronunciados ayer por Sánchez y por Iglesias, yo solo veo una salida para que pueda darse un acuerdo, que no es otra que un pacto a la aragonesa. No a la valenciana, sino a la aragonesa. Con Podemos asumiendo que para desalojar a Mariano Rajoy hay que permitir al PSOE gobernar con el apoyo garantizado de un partido (Ciudadanos) para sobrevivir al día a día del PP y el control parlamentario férreo, y condicionador, del resto de la izquierda. Sinceramente, es la única vía que a estas alturas podría garantizar un gobierno de Pedro Sánchez que responda a la realidad ideológica y política que deparó el 20-D. Aparte de una fórmula para sacar del atolladero una legislatura corta y disruptiva pero intensa tras la cual la política española nunca volverá a ser lo que fue.
Jaime Armengol
El Articulo del domingo. El Periódico de Aragón

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