miércoles, 8 de febrero de 2017

El efecto Dunning-Kruger

Uno de los rasgos más sobresalientes de la era política que nos ha tocado vivir es, para muchos, el rechazo de lo técnico, de los expertos.







JORGE GALINDO


Era el 19 de abril de 1995. En Pittsburgh, Pensilvania, un señor llamado McArthur Wheeler decidió robar un par de bancos. Lo hizo sin protección ni máscara alguna, dejando que la luz de la mañana permitiese que las cámaras de seguridad le grabasen perfectamente. Fue detenido a las pocas horas. Cuando le apresaron, dijo incrédulo: “¡Pero si me puse el zumo!”.

Cualquiera recuerda de su niñez que el zumo de limón se utiliza para hacer tinta invisible y así escribir notas secretas. Pensando probablemente en su propia infancia, el señor Wheeler predijo que embadurnarse la cara con este jugo impediría que sus rasgos fuesen registrados en la cinta. Obviamente, no funcionó. Pero a los psicólogos David Dunning y Justin Kruger les sirvió para empezar a investigar el efecto que lleva su nombre: aquel según el cual la falta de conocimiento sobre un tema específico lleva al individuo a sobreestimar (a veces de manera descomunal) su conocimiento sobre el mismo.

Uno de los rasgos más sobresalientes de la era política que nos ha tocado vivir es, para muchos, el rechazo de lo técnico, de los expertos. Muchas veces se atribuye a un furioso antielitismo. Pero, ¿y si tuviese algo de efecto Dunning-Kruger encerrado en sí mismo?

La sensación de seguridad que proporciona un entorno informativo hecho a medida es inconmensurable. La ya famosa cámara de eco de las redes sociales, el menú fragmentado de fuentes que supone Internet, donde podemos evitar lo que no nos gusta y quedarnos en la comodidad de lo conocido, va más allá de reforzar nuestros prejuicios: tal vez nos hace pensar que sabemos más de lo que realmente sabemos.
Las burbujas tecnocráticas también albergan esta tendencia, por descontado: son, al fin, comunidades de expertos que se sienten cómodos reforzando sus creencias previas. La diferencia crucial es que en última instancia dependen de la ciencia, lo cual significa que tienen (en teoría) cierta capacidad de autocorrección en el largo plazo. Pero eso no sucede en Twitter, ni en Facebook, ni en WhatsApp. Ahí no tenemos a nadie que nos diga, de cuando en cuando, que el zumo de limón no nos hará invisibles.

.@jorgegalindo

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